El voluntariado en la frontera de Melilla: “Esta experiencia nos ha ayudado a romper barreras y dejar los prejuicios a un lado”
El lema que nos ha acompañado durante el curso 2022-2023, nos ha conmovido por dentro y nos ha invitado a vivir la experiencia del voluntariado en la frontera de Melilla desde la Fe, en presencia del Señor, para seguir siendo Iglesia en salida que acoge. Tamara Cano, profesora del colegio Sagrado Corazón de Linares, y Ángela Jiménez de Cisneros, profesora del colegio Marcelo Spínola de Jaén, nos cuentan su vivencia en primera persona:
Nuestra llegada coincidió con el fin de semana, el cual dedicamos a instalarnos y a conocernos como grupo, a conocer la ciudad, su gente, visitar algún museo o ir a la playa, pero sobre todo a conocer la realidad que nos ha llevado hasta allí.
Posteriormente, nos reunimos con Maite, la fundadora de la asociación MDLR “Mec de la Rue” (chico de la calle), para que nos contara su misión y labor en ella, acompañada de Fátima y Alicia, personas que de manera desinteresada la acompañan y ayudan. Maite trabaja con jóvenes que llegan a Melilla y están en situación de calle, donde subsisten trabajando en lo que pueden: limpiando coches, en la obra, ayudando con las bolsas de la compra… Maite los acompaña en todo lo burocrático y además, entre semana, les prepara la cena. Para algunos el único alimento del día.
¡Y llegó el momento de ponernos manos a la obra! En las mañanas organizábamos lo que íbamos a enseñar a los chicos por las tardes o bien Maite nos acercaba más a la realidad, llevándonos a visitar la valla, el barrio de la Cañada, el cementerio musulmán, el 24 de julio fuimos al barrio chino a poner flores en memoria de las personas que perdieron la vida el 24 de junio del pasado año.
Otro día visitamos a las Hermanas de la Caridad, las cuales hacen una gran labor ofreciendo a los chicos su “Oasis de bienestar” prestándoles ducha y ropa limpia. Otra mañana cruzamos la frontera hacia Marruecos y conocimos a otras voluntarias que trabajan desde allí. Al cruzar la frontera entendimos el por qué los chicos quieren cruzar a nado, la forma más sensata de hacerlo hacia Melilla, de lo contrario es darse contra una pared ya que la valla cada día está más reforzada… estos chicos nadan entre 5 y 7 horas generalmente en la noche, jugándose la vida para tener un futuro mejor y poder mandar dinero a sus familias. Aun nos seguimos preguntando como en 50m de cruce entre el España y Marruecos puede existir una realidad tan dura de pobreza, suciedad y dejadez. Conforme caminábamos entre el paseo de la playa de la Hípica, en Melilla y el puerto de Beni Enzar (Marruecos) nos sobrevolaba una gaviota que iba haciendo zig-zag entre la valla y nos planteábamos lo injusta que era la vida solo por el hecho de nacer en un lugar u otro…
En las tardes, nuestra función era dar clases de español a los chavales; para ello, Maite nos abrió las puertas de su local. El primer día no sabíamos cuanta gente vendría. Preparamos con mucha ilusión merienda, agua, refrescos… Fátima, nuestra traductora que empatiza bastante con los chicos, consiguió que ocho chicos se animaran a venir, pero conforme fueron pasando los días doblamos esa cantidad. Nos llamó la atención que la mayoría ya no iban a merendar, si no a aprender. Si alguien fallaba era porque le había salido algún coche que lavar, pero siempre llegaba alguien nuevo. Cuando se acercaba la hora del reparto apurábamos hasta el último momento hasta que alguien daba una palmada y decía que había que irse o no llegarían a tiempo de la cena. Casi todos ayudaban a recoger, incluso algunos cogían el cepillo o la bayeta hasta dejar todo limpio y luego íbamos todos juntos hacia el reparto, como una gran familia, que era lo que poco a poco se estaba formando. Por el camino nos contaban sus inquietudes y sueños, aunque parecía complicado comunicarse, con gestos y echando mano del traductor, bastaba. A veces no hacían falta las palabras, con un gesto o una mirada era suficiente.
Aprendimos español y algo de árabe (dariya), pero sobre todo compartimos risas, vivencias y momentos únicos, haciéndonos sentir familia, como muchos de ellos nos decían.
De la despedida mejor ni hablar… los chicos, Maite, Fati y Alicia vinieron al puerto a despedirnos y fue inevitable derramar algunas lágrimas. Nos alejamos mirando por la ventana del ferry aquel lugar que tanto nos había dado esos días, agradecidas al Señor por lo vivido, con el corazón encogido por toda la realidad vivida pero a la vez lleno de cariño y amor por lo recibido.
Nos quedamos con cada uno de los chicos, sus ganas, ilusión y lucha por una vida mejor y más digna. Nos quedamos con el día de chapuzones, risas y juegos que compartimos en la playa con ellos, con la labor de Maite, que a su edad, es una luchadora de trinchera donde las haya, pero desde el silencio porque como ella dice, no le gusta ser protagonista. Y con el resto de personas que ayudan a estos chicos a tener una estancia mejor. En cada una de ellas, vemos la presencia del Señor y nos da esperanza a que hay gente que lucha por un mundo digno.
Esta experiencia nos ha ayudado a romper barreras y dejar los prejuicios a un lado. Cada persona arrastra una historia y un sueño y no podemos permitir que nadie se lo arrebate.
Queremos acabar con las palabras de la canción de María Ruiz que define la realidad de este lugar: “Nadie te despidió en el puerto de salida, nadie te esperaba en el puerto de llegada, partir siempre es partirse en dos.”
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