III Encuentro de Jóvenes Spínola: “Sabía que el Señor me brindaba una oportunidad para desconectar”
El pasado fin de semana, del 20 al 22 de octubre, tuvo lugar el tercer encuentro de jóvenes Spínola, en la Casa Pastoral ADC en Corteconcepción, Huelva. Un encuentro muy esperado, en un entorno privilegiado y rodeados de naturaleza, que acogía a jóvenes con la certeza de que el Señor nos sigue llamando por nuestro nombre, nos ama profundamente y nos sueña a lo grande. Rocío Guijarro Jiménez, antigua alumna del colegio La Asunción de Montilla, nos cuenta su experiencia en primera persona:
Te sigo llamando. “Me llamaste, me llamas y me seguirás llamando. Aquí estoy; te respondí, te respondo y te seguiré respondiendo”
Quizás las personas tenemos ese pequeño defecto de desconfiar en el Señor cuando algo no va bien, pero, formo parte del porcentaje que piensa que Él pone en el camino de cada uno aquello que podemos superar. Los planes de Dios están hechos a medida, de los que aprendemos. Nos podemos derrumbar, podemos desconfiar, pero Él está detrás de todo, dándonos la mano y apretando fuerte.
Este fin de semana puedo describirlo con una palabra: llamada. Todos y cada uno de nosotros hemos acabado en el lugar más maravilloso del mundo con algún motivo. Cuando me propusieron ir al encuentro de jóvenes Spínola no pensé en decir que no ni un solo segundo. Dejando atrás el trabajo, los estudios, la rutina. Sabía que el Señor me estaba brindando una oportunidad para desconectar, y era justamente lo que necesitaba.
Pusimos rumbo a Corteconcepción, un lugar, que toda persona Spínola debería de conocer. Un sitio mágico, de desconexión, donde solo actúa tu corazón y dejas la mente en blanco. Fue complicado llegar, pero cuando llegas, se te llena la cabeza de recuerdos, se te eriza la piel y solo soy capaz de sonreír y pensar lo afortunada que soy de poder estar ahí y tan bien rodeada.
Empezaron a llegar personas que han marcado mi vida, personas que llegan en el momento justo y aprendes de ellas, caras nuevas; en definitiva, un grupo de gente, con el mismo carisma remando en un mismo sentido. Cuando ya estábamos casi todos, decidí dar una vuelta por la casa, por dentro y por fuera, entré a la capilla, recordé el momento que hace unos años viví, cuando abracé al Señor en el campamento de tercero de ESO. Noté como Él me abría los brazos y me cogía una vez más. Reflexioné en lo que quería conseguir en este fin de semana, me di cuenta de mi realidad, asimilé cosas que quizás nunca me he parado a pensar y a raíz de esto puse en marcha el abrir mi corazón y empaparme de aprendizajes en las actividades que con tanto cariño nos habían preparado.
“Me di cuenta de que Dios estaba en todos lados”
El viernes fue corto pero intenso, reencuentros y una velada llena de risas, bailes y cante en equipo. Y aquí me quiero detener; equipo, un grupo de personas con ganas de conocer, aprender, disfrutar, querer, superar, escuchar, e infinitas cosas más con un carisma que solo ellos entienden, pero que, si quieres entenderlo, tienes los brazos abiertos para descubrirlo. Ese equipo es el mío, mi segunda familia, que me hace sentir con sus personas hogar como en casa, la familia Spínola. Para acabar el día, agradecimos al Señor, ofreciéndole en un pequeño papel la invitación que nos hacía para el encuentro.
El sábado fue un día de emociones a flor de piel. Empezamos escuchando la historia de la gran familia, donde pudimos reflexionar sobre ella. Ahí, me di cuenta de que Dios estaba en todos lados, que nunca me ha abandonado, en todas y cada una de las situaciones que he pasado a lo largo de mi vida, que la fe es la fuerza con la que he sabido agarrarme y que él ha sido mi compañero de aceptación, aprendizaje y superación. Que hay que saber y querer escucharlo para descubrir que sí que está, y no solo donde lo queremos ver, si no, siempre contigo allá donde estés y pase lo que pase. A lo largo de la mañana, tuvimos la oportunidad de ver quién nos llama, a qué nos llama y cómo nos llama. Refugio, consuelo, luz, camino… Tras esto, vino el ratito de convivencia, música, conversaciones, momentos de diversión donde conoces a las personas y puedes ver como Dios está presente en cada una de ellas.
Llega el momento en el que pusimos rumbo al monte de la cruz, se nos veía las caras de ilusionados, pero antes de subir, el Señor bajó de la cruz para hacerse presente. No sé explicar cómo sentí ese momento; él ante mi, yo ante él, silencio, naturaleza. Era como si nada existiese, los problemas se evadieron, solo podía mirar lo que había delante de nosotros, respirar, y dejarme llevar. La emoción inundó mi cuerpo, sentí su llamada, estaba destinada a estar ahí en ese momento. Era el momento justo para desahogarme, pedir, rezar y darle gracias. Cuando subimos a la cruz, entendí que Él jamás había puesto una cruz en mi vida con la que yo no pudiese cargar. Y que las que sigue poniendo, sabe que la voy a cargar, como él lo hizo, y que en este caso él sería mi Cirineo.
“Tengo sed de ti”
Tras el día de emociones, llegó la noche, pudimos descubrir como juntos, en equipo, podemos remar contra la marea para que el barco no se hunda. Volvimos a agradecer el día todos juntos en la capilla, y en un cerrar de ojos, ya era Domingo. Vuelta a las despedidas y a la rutina. Pero, antes de esto, el Señor, nos mandó un mensaje a cada uno. Me encontré un avión encima del dibujo que había hecho el día de antes, sabía que era ese el que tenía que coger, por algo estaba ahí puesto. “Tengo sed de ti”, sabía perfectamente que Él tenía sed de mí, y yo de Él, coincidía con lo que escribí el primer día; sabía que me estaba invitando a dedicarnos tiempo, a estar el uno para el otro, a formar el equipo tan guay que siempre hemos sido.
He vuelto a comprobar que esto es lo que me da vida, he vuelto a darme cuenta que es mi sitio. Que Él me llama, pero gracias a estos momentos, a estas oportunidades, encuentros, campamentos, retiros, puedo conectar y verlo más de cerca. Ver al Señor como tu amigo y decirlo libremente, no tiene por qué darte miedo, nadie puede juzgarte por quererlo como a uno más, y creo casi al cien por cien, que los jóvenes Spínola tenemos ese concepto muy muy claro.
Solo me queda dar las gracias por brindarme estos momentos, por hacerme feliz y llenarme el corazón de seguridad y cariño, que más falta no puede hacerme. Gracias por aceptarme tal y como soy, por demostrarme que en esta familia se acepta a todo el mundo, por darme vuestras manos para que la caída no sea tan fuerte o que directamente no haya caída, si no, una levantada. Gracias al equipo coordinador, habéis hecho que nos sintamos como en casa, he visto en vosotros al Señor, en cada actividad, cada gesto, cada mirada, ojalá todos los jóvenes viesen en vosotros un ejemplo a seguir. Gracias a las hermanas, sois una alegría en el camino de las personas. Vuestro SÍ siempre, como el de María, son el respiro en la vida de los demás. Gracias a mis amigos y a todos los que habéis formado parte de este encuentro, que bonito es ver a Dios en cada uno de vosotros, que sigamos siempre así, siendo hogar y sin ocultar la importancia que tiene esto en nuestras vidas, llevar el nombre de familia Spínola por bandera es un regalo, y por suerte, lo tenemos.
Gracias Señor, por darme estas oportunidades, por regalarme a todas y cada una de las personas que forman esta locura, que siga siempre así. Síguenos llamando siempre, esta familia te seguirá respondiendo.
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