El Camino de Santiago del grupo de Bachillerato ha sido “un parón en tu vida con la oportunidad de verte ante los buenos y peores momentos”
El Camino de Santiago es también una propuesta del verano Spínola para los alumnos de Bachillerato. Además del grupo de jóvenes, que ya nos dejaron su testimonio, desde el grupo de “los mayores” de nuestros centros nos llegan palabras de transformación después de experimentar el camino compartido. Esfuerzo, renuncia, superación, reflexión, descubrimiento y, finalmente, satisfacción y recuerdos imborrables son algunos de los ingredientes de esta experiencia que nos cuenta Paola Vilas, del colegio Sagrado Corazón de Sevilla.
Este año tuve la oportunidad de hacer el Camino de Santiago con el colegio. Siempre he estado muy involucrada en las actividades pastorales del centro, desde el primer campamento me enamoré de los veranos Spínola, ya que he crecido como persona, con Dios y con mis amistades. Esta experiencia era diferente a las demás, no era estar en un lugar fijo haciendo actividades una semana, era cargar con una maleta, andar, tropezar, caerse, trabajar, esforzarse, ser nómada…
Al principio cuando lo sopesas todo puede echarte un poco para atrás, en mi caso yo fui la única de mi ciudad y muchos de mis amigos de otros colegios no iban; otro reto más. Pero las ganas se antepusieron ante todas las dificultades que me querían impedir vivir esta experiencia.
A día de hoy me siento infinitamente agradecida por mi decisión. No puedo explicar lo que El Camino ha significado en mi vida: ha sido el pistoletazo de salida de todo lo que se encontraba reprimido en mi interior. Mentiría si dijese que no me costó, que no quería volver a casa después de la primera etapa -viendo los más de 100 kilómetros que me quedaban por delante-, que cargar con mi mochila era fácil, y no solo hablo de la que llevaba con mis pertenencias. Puede costar, pero una vez que lo empiezas caminas, cantas, lloras, bailas, ríes y descubres. Te descubres, le descubres.
En un momento en el que mi fe no era la más fuerte sentía la llamada al cambio, a no temer… A atreverme. Muchas de las personas que eran compañeros de camino ahora son compañeros de vida. El camino es la vida. Hay veces que cuesta, pero la sensación tan increíble que experimenté al llegar al final -que tan solo era el principio- pudo con todo. Todo se ve recompensado, “sin dolor no hay gloria”, escuchamos repetidamente en el camino.
Entramos a Santiago descalzos cantando el himno de nuestro fundador mientras que cientos de lágrimas de alegría brotaron de nuestras caras. Delante de la catedral había abrazos eternos y sonrisas que quedarán grabados en la mente. El camino es un parón en tu vida, en el que tienes la oportunidad de ver tu posición ante ella, ante los buenos y más difíciles momentos.
La organización del camino estuvo muy meditada, las actividades tan profundas y paralelas a vivencias bíblicas lo hicieron todo más intenso. Intensa, esa es la palabra. Una semana intensa, con compañeros y monitores increíbles que te ayudaban a encontrar fuerzas que no sabías ni que tenías.
El camino ha supuesto un cambio radical en mi fe. Supuso dolor de pies, cansancio y la renuncia de las comodidades que tenía en casa después de un curso muy largo. Mi mochila y los pabellones donde dormíamos se convirtieron en mi hogar por 10 días, y mis compañeros en mi familia, otro claro ejemplo del impacto de la Familia Spínola. Cada día me siento más agradecida de pertenecer a ella y de las personas que la forman. Gracias por darme esta oportunidad, y si estás pensando en si hacerlo o no te animo a que des un SÍ, Él te espera, no te arrepentirás.
“Yo soy el camino, la verdad y la vida” Juan 14,6.
Gracias infinitas.
Recogemos en imágenes de la experiencia del Camino de Santiago para el grupo de Bachillerato:
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