Encuentro Carismático: “Nuestros fundadores ya salieron a Ser Hogar para los más necesitados. Ahora nos toca a nosotros”
El pasado 22 de enero se nos citaba a toda la familia Spínola al encuentro carismático online bajo el lema “Salir a ser hogar: pasado, presente y futuro de nuestra historia”. Guadalupe Blanco Serrano, adc; nos da testimonio de cómo lo vivió en las siguientes líneas:
Solo el título que nos convocaba ya expresaba mucho de lo que allí se vivió. Tras un momento de grupo y de conocernos un poquito entramos en materia. Lo primero que hicimos fue reconocer el modo en que Marcelo Spínola y Celia Méndez (nuestros fundadores), desde la sencillez de los inicios de la congregación y de la familia Spínola, salieron a ser hogar para los más necesitados, en lo concreto de sus vidas: visitando enfermos tras una larga jornada de trabajo, con los obreros y los trabajadores onubenses a los que Marcelo Spínola defendió o también ofreciendo el pan y la palabra llena de consuelo y de ánimo a quienes más lo necesitaban (las primeras niñas de la escuela al inicio de la Congregación, los enfermos de Coria o los habitantes de las Hurdes que en sus días no habían visto por allí a un obispo).
Esta experiencia inicial que nos constituye como familia Spínola dio paso al momento presente, disfrutando el testimonio de personas que en la actualidad siguen saliendo a ser hogar.
Por un lado, tuvimos el lujo de escuchar a Liliam, Peque y María Ángeles y cómo han hecho de su vida y su corazón en lugar oportuno para nuestros hermanos ucranianos. Me encantó descubrir su alegría y el modo en que cada una ha puesto sus dones al servicio para acoger y sostener otras vidas, así como el realismo con que hablaron de la experiencia sin dejar de lado lo que ha supuesto para sus vidas la acogida y convivencia con las familias.
Después, fue el tiempo de Gimena, que nos compartió su experiencia de voluntariado en Ceuta. Si vuelvo al corazón y a las emociones que emergieron al escucharla, recuerdo la alegría que transmitía al compartir su experiencia, el impacto y la sorpresa que me produjo pensar lo distinto que es pasar la frontera desde un lugar u otro y el cariño y la ternura con que habló de las personas a las que conoció. Además, al terminar, se me quedó por dentro una pregunta: si todos somos hijos de un mismo Dios ¿quién es el ser humano para decidir sobre la vida de otros?, así como la convicción de que el amor de Dios alienta a cada criatura.
Después fue el turno de Domi, que compartió con nosotras el voluntariado que hace junto con jóvenes, por la noche al visitar a la gente que duerme en las calles de Quito. Les llevan algo caliente y comparten un rato de conversación y preocupación por ellos. Recuerdo que una de las personas decía que esperaba el momento de la semana en que sabía que los voluntarios iban a verle para charlar un rato, para expresar y compartir. Quizá la conversación, las miradas y la preocupación por los demás tenga más significado que cualquier otra cosa.
Y ese pasado de los fundadores, presente de personas concretas que se dejan interpelar y salen a ser hogar, nos lanza a un futuro: el de cada una de las personas convocadas y enviadas a mirar la realidad desde otra perspectiva, a tocarla y acariciarla, a dejar que otras vidas tengan espacio en nosotros y podamos así, cada día, abrir nuestro corazón a quien más lo necesita.
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